No, no digas nada. Por una vez, escucha,
¡escucha en silencio, la voz de mi alma!
Esperé calmada la llegada de tus aguas.
Removí las arenas donde el fuego te aclamaba,
dibujé orquídeas blancas en el lomo de mis alas
y en la esencia de tus labios adormecí mis ganas.
Esperé con la ternura desnuda sobre mi espalda,
con el cabello al viento anclado entre las mareas,
mientras mis ojos buscaban de tus ojos la mirada
y en mi piel de tersa espuma atardecía cansada la mañana.
¡Esperé!
¡Con las manos llenas de primaveras!
¡con la luna encendida en la madrugada!
Con los sueños rendidos entre quimeras
sin querer ver, que la oscuridad, acechaba.
Y en la espera,
marchitas y en silencio ¡murieron las primaveras!
Arrojé mis sueños en letanías de viento
mientras las orquídeas quebradas tornáronse negras
y entre ceniza y arena se derrumbaron mis dedos.
Y en la espera,
mis ojos se apagaron entre las quimeras.
Cerré las cortinas abrazada a la lluvia,
mis párpados preñados de agua salada
escondieron la noche entre gotas de luna,
derramándose en tristeza con la madrugada.
Y en la espera,
sumergí entre mareas mi vida entera, sin tiempo,
y en mi espalda desnuda, queman los recuerdos,
y la noche avanza, oscura y yerma, entre lejanos lamentos.
Una poesia dividida en dos, la primera parte, la espera que aun sueña, la espera ilusionada y llena de vida, y la segunda, la espera que se marchita, que se cansa, la espera de los sueños mutilados. Se va la vida a veces, en las esperas.
ResponderEliminarComo siempre, una poesia que va directo a las emociones.
Un abrazo.
Es cierto María, a veces se nos van pedazos de vida en las esperas, pero el tiempo no espera por nadie ¿verdad? Gracias por estar aquí. Te dejo un abrazo mi querida poeta.
ResponderEliminarQué cabe sino esperar? Antes, ahora y después, que sea siempre dulce.
ResponderEliminarAbrazo gigante al alma.
Gracias Sonia por pasar y dejar tu huella en mi espacio. Te dejo un beso grande.
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