Imagen de Harding Meyer
Transito por un tiempo ya sin tiempo,
inmersa en un tropel de soledades.
De esas soledades ya sin dueño
que destiñen de gris, el rubor de la sangre.
De esa soledad que en la mirada
quiere hallar la puerta del destierro,
pues camina y se siente encadenada
al imposible olvido de ayeres en el pecho.
De esa soledad que hay en las ramas
gimiendo vagamente sobre el viento,
que atraviesan la nuez y la garganta
y te desgarran con sus lágrimas de hielo.
De esa soledad que rompe el alma
astillando los latidos junto al pecho,
como herida de la carne desclavada,
que aprendió a gritar en los ecos del silencio.
Camino por un tiempo ya sin tiempo,
inmersa en un tropel de soledades
De esas soledades ya sin dueño
que no cesan… ¡aún no cesan de nombrarte!
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