Hablo sola (lo confieso)
y arquitecta de mi boca
voy diseñando en mi verbo,
con sus vocales redondas,
los pilares de unos versos
en alas de una gaviota.
Hablo sola. Si. Lo admito.
Tengo mi propio universo
con mares en los tejados,
nubes alfombrando el suelo,
paredes blancas de esparto
que me sirven de lienzo.
Las flores tienen violines
entre sus prístinos pétalos
y componen melodías
para mis oídos huérfanos.
La noche lame mi boca
con sus sabores azules
discurriendo entre mis cosas
con ese aroma agridulce.
Soy cisne y patita fea
sobre una lágrima blanca.
Soy sirena entre mareas,
Blancanieves sin manzana.
Soy la bruja con su escoba
y la hermanastra malvada.
Soy el cuento, el anticuento,
el silencio y la palabra.
Me acicalo en consonantes,
me maquillo con las pausas,
y entre las letras me pierdo
por debajo de mis faldas.
Hablo sola y no me importa,
decirlo aquí y en voz alta.
Tal vez sea extravagante
o una loca redomada,
pero a veces yo a mi misma
hasta me llevo la contraria.
Si me enfado, no me callo,
me debato entre dos bandas,
argumento, pienso y hablo
en mi charla solitaria.
Otras veces yo divago
solo divago en voz alta,
mientras voy pisando charcos
sobre las lunas moradas.
En mi universo no hay ropas,
anda desnuda mi alma,
no necesito caretas, ni costras,
ni esconderme de mis lágrimas.
Mi mano clava la daga,
Mi mano cura la herida
En mi mano nace el alba
y también se muere el día.
Hablo sola. Si. Es cierto,
con esta soledad tan mía,
donde me encuentro y me invento
donde soy… donde solo soy yo misma.
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