Te enredaste en mi.
Si.
Como se enreda en el viento
los campos de trigo.
Como se enreda en la noche
el ocaso rendido.
Como se enreda la piel
al borde del abismo,
ese abismo de fuego
y deseo encendido.
Si.
Te enredaste en mi
Como se enreda en el aire
la esquina de un beso
y respira un gemido
de un único aliento
y se buscan los labios
temblorosos y hambrientos.
¡Sí! ¡Te enredaste en mí!
Y tu boca se hizo boca
en la desnudez de mi cuerpo
y mi cuerpo se hizo cuerpo
en la ternura de tus dedos
y tus manos fueron olas
orillándose en mi pecho
y en tus ojos, horizontes,
¡pintados de mar y de cielo!
Te enredaste en mi.
Te me quedaste latiendo
de piel para dentro.
Donde late lo hermoso,
donde habita lo bello,
donde solo perdura
lo que no borra el tiempo
con esa huella indeleble
que el amor deja en los huesos.
Te enredaste en mi…
y en mí te quedaste
susurrando entre mis días,
dormitando en mis cabellos
y al abrazo de la brisa, te quedaste,
para acariciarme el alma
allí… donde no transcurre el tiempo.
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