Nido y vuelo

Tendré que llorarte alguna tarde

mientras el sol reposa su cansancio

y un destello de fuego salvaje

anuncia la llegada del ocaso.

Podré tal vez llorarte entre las lunas,

rompiendo oscuridades en el cielo,

contando las estrellas una a una,

mientras mis lágrimas se acunan en el pecho.

Quizás deba llorarte con el alba,

hacer de mis mejillas tibios pétalos

que abarquen el rocío en la mañana

y lluevan la tormenta y el desvelo.

Tú esperas que mi llanto me aprisione,

y quieres ver naufragio en mis costillas,

latidos derrotados al azote

de tu amor herido, desangrándome la vida.

Quisieras verme rota en la desdicha

gimiendo en un rincón todas mis horas,

ahogada  de dolor por tu partida

quebrada en el abismo de las sombras.

Seré tu decepción hasta en mi llanto,

pues no has de verme rota, ni caída,

y si alguna vez flaqueo entre mis `pasos

me beberé en la noche, de golpe, las lágrimas vertidas.

Jamás permitiré que sean tus dedos

los que tomen las riendas que me guían,

no aprendes que el amor es libre y dueño

y tú quisiste encarcelarlo entre caricias.

Una caricia no ha de ser nunca desvelo

una caricia no ha de ser reja o herida,

ha de ser siempre nido y vuelo,

aliento, corazón, entraña y vida.

Quizás alguna vez te llore, vida mía,

mas no has de verme nunca prisionera

hace ya mucho que aprendí a estar erguida ⁽¹⁾

y amar en libertad ¡vivir entera!

(1)   En los últimos días mis dos queridas amigas y compañeras de letras, María y Mayra han publicado poemas en los que han utilizado esa imagen de “mujer erguida” pensé en sustituir el término, pero lo cierto es que la imagen es hermosa y no he encontrado ninguna otra que me haya gustado más. Un abrazo para ellas y para todas las mujeres que camina erguidas por la vida.