Yo no tengo nombre con el que nombrarte.
Aún no sé quién eres, ni hacia dónde vas.
No sé dónde vives, ni hacia donde partes,
si vienes de tierra o te adentras al mar.
Conozco tus ojos de otoño temprano,
desnudando el alba de todo candor.
Conozco tus manos de fruta y durazno
madurando al viento, bajo un tibio sol.
Conozco el origen de todos tus labios,
de todas las bocas que el tiempo besó,
más… ya no tengo nombre con el que nombrarte
porque de mi boca se borró el amor.
Fluye la ternura como una cascada
si mi voz revive el temblor de tu voz
y te miro en silencio, desde la palabra
donde te sostengo junto al corazón,
pero llora el cielo lágrimas amargas,
marchita la escarcha de un pétalo en flor.
No puedo nombrarte ¡te enterré en mi alma!
¡bajo la bandera de un negro dolor!
Y si algún presagio me hace recordarte,
se elevan los muros que mi piel alzó.
Se apagan las lunas dentro de esta cárcel
donde habita el verbo que ayer me mató.
Ya no tengo nombre con el que nombrarte
y aún no sé si quiero, escuchar tu voz…
ahora que el silencio me ayudó a borrarte
y a curar el rastro ¡de aquel oscuro dolor!
Jamás te leí tan triste, pero estoy seguro que siempre habrá una reminiscencia de amor en la sonrisa que alumbra tu boca.
ResponderEliminarBuen finde, beso.