¿No me ves?
No ves que estoy aquí,
ante ti
proclamando bajo el cielo
que soy solo una mujer.
Una mujer de alma ancha,
de cuerpo árido, de suave escarcha,
de mar profundo, de tierra brava,
de mirada alta, de mirada clara,
con sus valles oscuros
y sus cumbres nevadas.
Mujer de fuego en el alba,
cuando en la luz de su vientre
aterriza la mañana.
Soy una mujer extraña,
que se ríe con la risa
y se ríe con las lágrimas,
que se abraza a toda vida
y se abraza a toda muerte
en la misma medida, esa inexacta medida
que sostiene la sangre en las venas del alma.
Soy una mujer que llora,
llora despacio,
respira despacio,
camina despacio,
contempla despacio…
ama lentamente,
¡pedazo a pedazo!
ya no tiene prisa,
ya perdió de vista el reloj de sus años,
se perdió mil veces
entre tramo y tramo
y sabe que la vida
no tiene regreso,
no tiene peldaños de vuelta hacia abajo.
No pido disculpas
por amarme ahora
después del naufragio.
No pido disculpas
por amarme ahora
¡por amarme tanto!
me costó una vida
y parte del costado,
me costó una vida
¡y no voy a olvidarlo!
y ahora…
ahora solo quiero
seguir caminando.
Si no puedes verme…
si aún no puedes verme
¡es que nunca has mirado!
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Gracias por llegar hasta aquí y dejarme un pedacito de ti.