Yo tenía ya mi vida organizada,
archivada por colores y columnas
y alfabéticamente enumeradas,
todas mis rutinas, una por una.
Las mañanas eran lúcidas tristezas
sistemáticamente programadas.
La tostada y el café sobre la percha,
masticándose entre dientes sin decir apenas nada.
Cada noche la diáfana cordura
traspasaba las paredes con su mueca
y entre almohadas usureras de ternura
dormitaba y dormitaba como una gallina clueca.
Tú llegaste con luceros en la boca,
con estrellas titilando entre algodones,
con miradas encendidas y una rosa
de mil pétalos teñidos de colores.
A tu paso las palabras tiritaban,
desandando uno por uno mis relojes,
sublevando los cafés y las tostadas,
convirtiendo el desayuno en un folklore.
Tu sonrisa iluminaba la ventana,
como un lecho de dorados girasoles
y en tus manos la ternura sollozaba
adorando la caricia de la noche.
Se cayeron alfabetos y rutinas,
se sumaron a mis huesos tus esquirlas
y en perfecta desnudez y sintonía
comenzaron a enredarse en el tango de la vida.
Me trajiste con tu lengua los sabores
del delirio de tu piel sobre la mía
y en tu carne sublimada de pasiones
me enseñaste de nuevo ¡a sentir que estaba viva!
Yo tenía ya mi vida programada..
N de nada, R rutina, T de tristeza…
y llegaste tú ¡pura locura!
a dibujar entre mis manos nuevas letras.
A mor…
M irándote
O igo
R ugir al corazón.
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