¡Ay!
Señor de mis señores.
Dolor de mis dolores
¡Amor de mis amores!
Vetusta y rota ciénaga
que vas matando soles
sobre mi vientre de arena.
Tú, que aún depositas
desvencijados temblores
sobre mi piel añeja.
Tú, que aún me deshabitas
como inhóspito habitante
de remotas quimeras.
¡Ay de mí! ¡De mi memoria decrépita!
Que te conserva intacto, virgen ¡sin espuelas!
Como una rosa florecida
en el albor de la pradera
Un bosque de lunas vivas
ataviando primaveras.
¡Ay!
Señor de mis señores.
Dolor de mis dolores
Amor de mis amores
¡Quererte no quisiera!
No quiero quererte, así
¡Así! ¡de esta manera!
Que me rompe y me repega
Que me salva y me condena
Que me pinta y me ennegrece
Tú
¡que te haces sangre entre mis venas!
¡No quiero quererte así!
¡Encarcelada entre tus rejas!
Con la noche aún por venir
y la tormenta borrando mis huellas.
¡Ay de mí y de mi sentir!
Que te siembra en las estrellas
y recoge luces malva
de inexistente belleza.
Tal vez esté loca.
Tal vez esté ciega.
Tal vez viva siempre
al borde de una falsa certeza…
un espejismo que sueña y sueña y sueña…
Tal vez nunca aprendí a vivir despierta.
Me ha encantado el ritmo del poema. ¡Un saludo!
ResponderEliminarBelleza de expresión!
ResponderEliminarUn gusto pasar a leerte, abrazos.
El corazón no conoce de tiempo ni espacio y el amor no distingue entre los años. Hermoso y apasionado poema, linda dama.
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