Tengo frío.
Es un frío callado
que rezuma en los huesos,
que pronuncia mi nombre
cuando aún era nuestro.
Que se esparce en la noche,
descuartizando el cielo,
deshilachando la luna
en porciones de viento.
Es un frío que arrastra
las anclas del tiempo,
que se cuela en mi carne
de piel para dentro.
Que no tiene fronteras,
solo polvo y lamentos.
Que va gimiendo en la entraña
dejando un rastro gélido.
Es un frío que se enhebra
como agujas en la sangre,
despedazando mis venas
en milimétricas partes,
que estallan y se dispersan
¡en un llanto inconsolable!
Es un frío que quema
en mis ojos de invierno.
Es un frío que llega
hasta el fondo del pecho.
Que rompe, que rasga,
que incinera el pellejo
que aún cubre los restos
de aquel que fue mi cuerpo…
Tengo frío…
y la niebla me cubre
con sus manos de cedro,
hasta convertir mis pasos
en bosques de hielo
que eternamente viven
reptando recuerdos,
que eternamente siguen…
¡sin saber cuando han muerto!
qué imágenes más potentes creas a partir de esa anáfora referida al frío, traspasa a nuestro ojo lector y se nos queda en el pensadero cubriéndonos
ResponderEliminarFelicitaciones, es un poema maravilloso
besitos y buena semana
Es un regalo para los sentidos cuando a la buena poesía se une la imagen hermosa que la acompaña y en tus entradas se combinan preciosamente ambas cosas. Te dejo con mi saludo y que tengas un lindo día.
ResponderEliminarEl frío muchas veces va de la mano con la soledad.
ResponderEliminarY esos instantes desnudan el cuerpo.
Bellas tus letras, abrazos!