Es frágil la noche desde la que te miro
y se cubre de niebla a cada paso que doy.
Los cuervos otean en la oscuridad de su nido
contemplando el naufragio allá donde voy.
Desde lo más profundo se mueven los hilos
de un telón que recubre el paisaje de gris,
una tela de araña en el febril escondrijo
de la hora pactada para empezar a morir.
Porque muero, si… yo muero
cuando mi voz se retuerce en un silencio feroz
de un desierto de ayeres que destripa los sueños
que algún día volvieron a habitar entre los dos.
Es frágil la noche desde la que te miro,
como le es el latido que nacía por ti
y se cubren de invierno los verbos heridos,
de invierno se cubren, de hielo y serrín.
Una estéril mirada. Una extinta caricia.
Un luna apagada. Una lágrima vil.
Una maleta vacía, con un billete de ida
en esta noche callada, que aún no encuentra su fin.
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