Me apeteces…
Me apetece descubrirte
cuando nace la mañana,
con el sol entre tus labios
y tus labios en mi espalda.
Me apetece recorrerte
desnudarte desde el alma,
conocerte ¡conocerte!
del alba a la madrugada.
Me apeteces y no sabes,
no sabes… ¡no te imaginas!
la impronta que nace en mi sangre
cuando tus ojos me miran,
no sabes como el fuego arde
desde el cuello a la rodilla
y que mi piel tiembla
¡sí! ¡tiembla!
cuando tu boca suspira.
Me apetece contemplarte
mientras la noche te abraza
y se enreda la ternura
en la suavidad de unas sábanas.
Desandar en tu memoria,
ser cómplice de tu verbo,
llenar de tiempo tus horas, mis horas,
mientras nos llega el invierno.
Morder la orilla del cielo
sobre sus nubes redondas
y acariciar cada beso
que adivino de tu boca.
Te miro, te oigo, te siento…
como un mar de blancas olas,
que va meciendo mi cuerpo
en una balada sorda.
Me apetece ser silencio
en el borde de tus sombras.
Me apetece… ¡me apeteces!
y es que ¡hasta mi piel te nombra!
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