A veces maldigo la luz de tus ojos,
el flanco enemigo de tu boca infiel.
El templo dorado de tu hermoso rostro,
la sed de tu cuerpo ¡temblando en mi piel!
Maldigo las horas que no estás conmigo
y es sombra tu sombra contra mi pared.
Maldigo los labios que besan mi ombligo
y curvan mi espalda hasta el amanecer.
A veces te clavo una cruz en el pecho
en un aquelarre de verbos sin piel
y en brava locura te borro del tiempo,
desando mis pasos… no soy ¡no te sé!
Y doblo la esquina donde se encontraron
tu mano y mi mano por primera vez,
bajo esa farola que andaba dormida,
soñando luciérnagas al anochecer.
Des-nombro tu nombre.
Des-beso tus besos.
Deshago mi cuerpo
¡Descarno mi piel!
Desoigo tus labios.
Desbrido tus dedos.
¡Despojo mi pecho
de tu desnudez!
Pero siempre vuelves.
Siempre me retienes.
Soy como una huella
pegada a tu piel.
Y vuelvo a nombrarte,
a besar cada beso,
a escucharme en tu boca
mojando mi piel.
Y vuelvo a ser ella,
desnuda y entera,
pintando luciérnagas
sobre la pared.
Mordiendo tu carne,
bajo esa farola,
donde a veces maldigo
¡tu cuerpo y mi sed!
Un placer leer tremenda forma de describir el "todo", pasionalmente divino.
ResponderEliminarBuena semana, bso.