Te recuerdo,
caminando ensimismado bajo un techo estrellado,
con los ojos brillantes,
tejiendo en la mirada una colcha de sueños,
buscando luciérnagas
en las hojas caídas, en los árboles huecos,
en las nubes llorosas
de una tarde de invierno.
Cómplice del asfalto, te recuerdo…
con la inocencia del niño atrapado en el viento
apresando caricias
en sus pequeños dedos,
volando cometas con hilos de plata
entre los arrecifes que miran al cielo.
Te recuerdo extenso
con la amplitud del horizonte
que pinta el ocaso de fuego
mientras se despierta traviesa la noche,
desnuda, sin velos.
Y me gusta recordarte
al final de mis cabellos,
con mi nombre clavado en tus labios,
susurrando en mi cuello.
Y te recuerdo,
como si aún dibujases orquídeas
con esos lápices viejos,
como si aún dibujases mi vida
con la piel de tus dedos.
Te recuerdo…
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