Un clarinete viejo cantaba junto al muro
esas viejas canciones que de niño aprendió.
Sus ojos se cayeron en algún lugar del mundo,
la noche de aquel día en que ella se marchó.
Buscó detrás del tiempo, en todos los relojes,
en todas las paredes de cada amanecer.
Buscaba entre las lilas el aroma de sus flores,
en todas las sonrisas ¡buscaba a esa mujer!
Buscó en cada cerilla, en cada servilleta,
esperando encontrarla detrás de algún “tal vez”
Buscaba en las orillas de las nubes preñadas
llorando en cada alba sus lágrimas de piel.
Un día, sin saberlo, sus ojos se callaron,
dejaron de ser ojos buscando a esa mujer.
Quedose entre las piedras de un malecón cansado,
escuchando a las sirenas hasta el amanecer.
Desde entonces entona esas viejas canciones,
acompaña a la lluvia y se deja querer.
Y un viejo clarinete le pinta los colores
que esos, sus ojos ciegos, ya no le dejan ver.
Jamás llegó a encontrarla,
jamás volvió a buscarla,
jamás volvió a nombrarla
¡su boca fue cruel!
Más no pasa un solo instante,
que quede sin pensarla,
sin añorar su carne ¡su cuerpo de mujer!
Jamás volvió a su casa,
su hogar fue esa mirada,
esa mujer extraña que le enseñó a querer.
Ella se llevó sus ojos,
la luz de todas sus albas
y allí se quedó perdido
¡sin saber donde volver!
Quizás ella le buscó también, o el destino dijo no. No seria alentador pensar que la muerte se la habría llevado o que otro amor se la hubiera robado; para los que creemos en el amor siempre pensar que hay razones que la razón no entiende es la mejor respuesta...En otra vida tal vez?... Verónica
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