Te pertenezco. Lo sé.
Como la lluvia es de la tierra y de la nube.
Como los ríos son del agua y de la sed.
Como la luna es de la noche que la cubre
con su mirada clara, con su blanca y dulce tez.
Te pertenece la caricia sublimada,
la piel herida de buscarte en otra piel.
La boca abierta floreando la mañana,
el sol que besa cuando empieza a amanecer.
Es tuyo el verbo que descansa en el costado,
ese que aprende a galopar en un corcel.
El tibio aliento que te nombra alborotado,
que te busca con deseo para hacerte enloquecer.
Y tú eres mío más allá de cualquier mapa.
Eres sendero, huella, paso, surco y pie.
Eres el cielo que se estrella contra el alba,
que se mece en mi locura hasta verme atardecer.
La tiranía de la piel se hace belleza
cuando tus ojos me desnudan sin piedad.
Te sabes dueño de la carne que te besa,
que te busca, que te encuentra
¡en esta clara oscuridad!
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