Me alimento de ti (de tu ternura)
de esos ojos que me miran con el día,
con esa justa medida, con esa medida justa
de inquietante locura, la tuya y la mía.
Me alimento del verso (del beso)
que fluye de tus venas cada día,
de ti, que meces los latidos a destiempo
y vas retando en duelo a la sonrisa.
Me alimento de los pasos que desandas,
apostado en un rincón de la cornisa,
mientras llueven melodías en el alma
y en tus manos de tierra se desliza la caricia.
Huracán, tormenta o una tibia calma,
todo sucede en un instante si me miras.
Eres mar, marea, extensa playa
donde se atreven a volar alas dormidas.
Me alimento del suspiro (que suspiras)
del aliento que rebosa de tu boca,
de la esencia de tu carne estremecida,
que atardece apasionada entre mis horas.
Me alimento de ti, si tú me nombras,
si sostienes con tus manos la palabra,
me alimento de ti, de tus aromas
que transcienden más allá de cualquier mapa.
Me alimento de ti (y tengo hambre)
es ese hambre que solo tú…¡me sacias!
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