Ella descubrió que el tiempo, su tiempo…
se terminaba.
Y aprendió a mirar su paisaje, con otros ojos,
otra mirada.
Aprendió a vaciar la esfera, de sus relojes,
cada mañana.
Aprendió a sostener en un hilo los corazones
que la lloraban.
Aprendió del lenguaje del viento a ser tormenta
y a ser la calma.
A rozar con sus manos los sueños y las quimeras
bajo la almohada
Aprendió a exprimir con descaro, el minutero
que se agotaba.
Aprendió que de todo se aprende, si abres el alma
¡si abres el alma!
Ella aprendió a ser caricia,
a ser un ave en las noches claras.
Se hizo amapola en el viento,
brisa en el aire que la abrazaba.
Ella aprendió que un instante
puede ser todo o puede ser nada…
Aprendió a contemplar las estrellas
bajo la lluvia de sus pestañas.
Ella aprendió que la vida,
siempre es efímera y tiene dos caras…
Aprendió a sostener lo importante
y para el resto… soltar el ancla.
Con cada pedazo de aliento peleaba por su vida.
A cada paso luchaba por no perder la sonrisa.
No permitió que sus miedos la dejaran vencida.
Como una rosa de invierno en una primavera herida…
Ella se fue marchitando, se fue quedando dormida, pero ella…
Roció con su esencia toda ¡toda mi vida!
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