Hay una caricia, que se detiene en el aire,
que te contempla en el silencio de la tarde,
mientras escribe tu nombre con letras pequeñas,
con ternuras grandes.
Hay una caricia, que aprendió a dibujarte,
en cada mirada, en cada palabra,
en cada pedazo de tiempo, en cada instante
que se desanda y se detiene para amarte.
Hay una caricia que aprendió a nombrarte,
que busca tu sosiego para susurrarte,
que reclama la dulzura de tu labios
para ser beso y poder besarte.
Hay una caricia que me nace
bajo la mirada atenta de la lluvia
mientras que las olas juegan a encontrarte
acurrucadas en el crepúsculo que arde.
Hay una caricia que aprendió a ser verbo
para poder conjugarte,
que aprendió a ser silencio
para poder escucharte,
¡que aprendió a ser aliento
para poder respirarte!
Hay una caricia, solo una,
inmensa, clara, incesante
que me nace, que me colma,
que se derrama en mi vientre
cuando tus ojos me nombran,
cuando en mi pecho tirita
tu pasión abrumadora
y en la tibia desnudez de la mañana
tu piel y mi piel se arropan
inventando caricias que se aman.
Tu poema es una verdadera caricia, un placer para leer y para sentir.
ResponderEliminarUn abrazo