Ella alzaba sus ojos, como cada día,
sintiendo que el mundo se la iba a tragar.
En su pelo cano, el tiempo dormía
y en sus ojos grises, se batia el mar.
Era un sitio extraño, con gente sin prisa,
las paredes blancas junto al ventanal.
Hombres difrazados con sus batas lisas
y ella, aún tan niña, encerrada detrás.
Su memoría rota, su frente gastada
la dejaron sola donde no hay hogar.
Se perdió en sus años, vestida de gasa,
la joven eterna detrás del cristal.
Sus hijos la miran con suave tristeza,
saben que aunque es ella, ella ya no está.
Se perdió en la niebla, terrible y espesa,
se abrazó al olvido de su enfermedad.
Ella vive quieta y aún sueña despierta,
que algún día el viento la enseña a volar.
Aunque a veces llora, cuando se recuerda,
y sabe que no es cierto, sabe que no está.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por llegar hasta aquí y dejarme un pedacito de ti.