Era un niño menudo
con boca de hambre,
con pies de estornudo
y manos sin carne.
Lloraba la luna
de solo mirarle,
saltar de la cuna
a esa vida sin aire.
Nació etiquetado
en una tierra de sangre,
donde mueres ahogado
en la miseria de nadie.
Era un niño menudo
con boca de hambre,
con pies de estornudo,
con manos sin carne.
Un sol despellejado
nos ayudó a enterrarle,
entre pétalos blancos
y miradas amables.
La sin razón aún suena
al son de los timbales,
¡aún suena la pobreza
de un guerra cobarde!
Era un niño menudo…
son cientos ¡son millares!
y van muriendo, uno a uno,
con esa pequeña boca ¡tan llena de hambre!
Cientos, millares están tan repletos de una triste ignorancia que continúan sus mediocres vidas sin darse cuenta que la indiferencia es otra forma de odiar y dejar morir.
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