Como la voz dormida
que sueña el temblor de mi garganta
y lentamente se desliza
en el espacio de mi cuello y la mañana,
así, apareces en mis horas
como un paisaje que llega al despuntar el alba,
con tus vocales redondas
y tu aliento callado entre mis sábanas.
Apareces lejano
con un halo de tristeza en la mirada
con el mar entre las manos
y en tu cielo sin luz, una estrella apagada.
Apareces extraño,
con un disfraz de sueños en la espalda,
descosiendo los peldaños
que guardaron nuestras huellas en el alma.
Se nos cayeron los años
por las rendijas temblorosas y oxidadas,
con el otoño estriado
y las hojas desahuciadas en sus ramas.
Se marchitó el calendario,
se olvidó la vida de regar sus páginas
y morirnos, se nos hizo cotidiano
en la líquida tristeza de una lágrima.
Pero en mi vientre, cristalizó la belleza
y un pétalo sangró sobre las llagas
dejándome en la piel la dulce esencia
de un nuevo despertar entre las alas.
Ya no quiero llorarme, ni llorarte,
ya no quiero ser herida que desangra.
Solo quiero ser la hierba cuando nace,
ser rocío que humedece la hojarasca.
Ya no quiero quebrarme, ni quebrarte,
ya no quiero ser la sombra que te abraza.
Solo quiero caminarme entre las calles
mientras se inclina la tarde sobre la piel de mi alma.
Y no sé si he de volver a conjugarte,
no sé si tu voz dormida ya me alcanza.
Solo sé que al despertar puedo escucharme
y quiero descubrir, lo que mi voz reclama.
La vida es como una bebida que debe ser gustada a pequeños sorbos, dispuestos a acoger la alternancia dulce-amarga que la caracteriza.
ResponderEliminarBuena semana Ángela
besos
Hermoso poema que atrapa la sensibilidad del lector.
ResponderEliminarSaludos desde El Bierzo
Gracias, Ángela.
ResponderEliminarUn abrazo.