Eras todo.
Un todo imperfecto y oblicuo
garabateando sueños torcidos
debajo del pecho.
Eras todo.
No un todo para todos,
tan solo,
lo eras todo para mí,
todo para mis ojos.
Y me desnudé ante ti
más allá de la piel
Sin redes,
sin nubes escarchadas
protegiéndome la entraña.
Me desnudé ante ti.
Y me llovió la vida
dentro del alma.
Todas mis horas fueron tuyas.
Todas mis albas.
Y florecí en tus labios
como una orquídea blanca.
Eras todo.
Y ahora aprendo a conjugar el verbo ser
en un pasado sin ventanas.
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